sábado, 17 de octubre de 2020

Caldo de cocido

Mi hija entra, oye qué haces. El cocido, le digo, ¿hoy hay cocido? Esta es tonta. Si te lo dije ayer. Hoy era el día. Ah, bueno, estuve cosiendo toda la tarde y no me enteré, ¿nos queda té? ¿Y pastas? Tendremos que merendar luego, digo yo. Sí, sí, ¿y la pequeña? Vendrá luego, está con su padre. No le echaré de menos, ¿sabes? Y tú sabes que tiene que estar a veces con su padre también. Bueno, bueno, pero ¿vendrá a comer? Claro, tranquila, ya sabes cómo son estas cosas. 

Aún recuerdo tu cara la primera vez que me viste despellejando un conejo. En la ciudad no te enseñaron eso. La abuela da miedo, la abuela da miedo. Con sus cebollas y sus ajos, sus libros viejos y su ojo torcido. Jugabas, jugabas con tu caballo de madera, el que era de tu madre y fuiste al patio a trotar. Era la hora de amanecer, la hora a la que hacemos nuestras cosas, pronto, antes de que empiece el día. El conejo al revés, el rojo brillante, la piel arrugada, la abuela tenebrosa y la niña que se queda quieta, mirando, fascinada, antes de romper a llorar. 

Cree que su madre no hace esas cosas. Ya tendrá tiempo de aprender. Recuerdo cuando éramos tres, la yaya nos enseñó bien a mi hija y a mí. 

¿Ya estamos las tres? Sí, mamá. Bien, bien. Esto va a estar riquísimo, ¡por fin! Las tres solas. ¿Le echaste laurel? ¿Cómo le vas a echar laurel al cocido? 

–¿Qué es el cocido? 

¿Cómo no le has dicho qué es un cocido a tu hija? Ay, mamá, déjame, soy la buena no la que cuenta cosas, ese es tu trabajo. 

–¿En qué trabajas, abuela?

Lo sabrás más tarde o más temprano, pequeñita, ahora a comer. Pero cuéntale al menos cómo se come. 

–¿No se come como se come lo demás? 

El cocido es especial, y es muy especial para esta familia. Comemos sopita con garbanzos, con carne y con verduritas cocidas. 

–¿Y cómo lo has hecho? Parece un montón de comida.

Primero hay que encontrar una fecha especial, como un cumpleaños o un domingo o un día que tengamos mucha hambre. Después hay que conseguir los ingredientes necesarios, sobre todo huesos y carnes que ya no necesitemos. También hay que traer lo que nos dé la tierra, que para algo vivimos en ella. Hacemos un caldo. 

–¿Cómo se hace un caldo? 

Bueno, pues cogemos todo eso que ya no necesitamos, lo limpiamos un poquito, y lo echamos en un perolo con agua. Y entonces, a cocer, a fuego lento. Así el caldo sabe más. 

–¡Huala! ¡Además es muchísimo! 

Teníamos mucho que echarle. La abuela ha estado toda la mañana troceando cartílagos y partiendo huesos. También usamos la sangre y los higadillos, a veces los ojos si queremos ver mejor.

–Puaj, ¿no te da asco? 

Los huesos y la carne son parte del mundo, pequeñaja. Yo también era como tú a tu edad. Y tu madre también. Pero por eso hacemos estas comidas, para celebrar y para compartir. Ahora calla y comételo todo. Cómete los garbanzos, cómete la carne, cómete las patatas y bébete el caldo. No te dejes nada, hija. No te dejes nada. 

–¡Está muy rico! 

¿Verdad? Y con esto tenemos comida para un par de días, sí. ¿Dónde está papá? Me pregunta la pequeñaja. 


viernes, 5 de enero de 2018

Sexo y helados

Toda esta carta comienza hace unos días cuando mi prima, que es bisexual tirando a lesbiana, me habló de que muchas personas de los colectivos LGTB opinan que no se debería incluir en esos colectivos a los asexuales ya que ellos no son ni han sido oprimidos ni discriminados.

Dejando a un lado que discriminar más no lleva a ningún sitio, esto... ¡Es complicado! Porque básicamente hay que quitarle la piel a la manera que tenemos de pensar y de pensar en sociedad para ver dónde está el problema.

Pasa y resulta que los asexuales son discriminados de otra manera, no les tiran piedras ni los condenan a muerte. Simplemente no existen. Cualquier persona que disfrute del sexo no concibe que a alguien no le guste el sexo, como un hincha de fútbol no entiende que a alguien no les guste el fútbol, en su lugar lo que se concibe es que la persona que no disfruta el sexo lo está haciendo mal. Por eso la asexualidad no se suele reconocer normalmente y al ser una sexualidad que no afirma nada quien es asexual acaba siendo un manojo de confusiones, inseguridades y frustraciones para con su sexualidad.
Me considero asexual, por cierto.
No disfruto del sexo.

Básicamente estás fuera del juego. Como no estás contra la norma los "normales" no te crucifican, sólo te consideran alguien con problemas, pero como tampoco eres un paria los parias no te reconocen como uno de los suyos. Acabas en un limbo raro sin nadie en quien apoyarte, porque además la asexualidad tiene un espectro amplísimo y no hay dos asexuales que vean el sexo de la misma manera.
Yo he tenido a heteros diciéndome "que me han follado mal", "que es que no soy un hombre pero ya lo seré" y similares. Y he tenido a homos diciéndome "es que estás en el armario", "a ti lo que te falta es comerte una polla", "no has encontrado a quien te quiera" y otras cosas que bien, lo que se dice bien, no sientan. En conclusión, tanto unos como otros no te dicen que seas diferente, sólo que estás mal hecho o que algo estás haciendo mal.
Y como no das una respuesta te frustras.

Una persona homosexual normalmente primero actúa como una persona heterosexual, muchos chicos gays han tenido novias de adolescentes y muchas chicas gays han tenido novios de adolescentes. Pruebas lo que consideras normal y resulta que no te gusta. Así que pruebas lo anormal y resulta que te encanta. Ya tienes tu respuesta.
El asexual por mucho que lo intente sólo puede encontrar maneras alternativas de disfrutar el sexo porque la respuesta no está en el otro. Un homosexual y un heterosexual dan respuesta y sentido a su sexualidad en el género de la otra persona. Un asexual no puede encontrar su respuesta ahí.
Y no estás roto, pero te sientes roto. Sientes que algo no funciona. Que algo haces mal. Pero no hay nada roto. Eres así. Pero no hay nadie que te diga que puedes ser así. No es algo que tenga solución salvo aceptar que eres así y no hay mucho más que hacer. No es como "ah, mira, tirando por aquí encuentro mis sonrisas". No. No lo disfrutas y es probable que al menos como el resto del mundo nunca lo disfrutes ni lo desees. Lo más que puedes esperar de ello es encontrar a alguien con quien hacer las cosas que te gustan. A mí por ejemplo me gusta inventarme juegos, me gusta unir los lunares con un boli, me gusta leer cuentos luego de hacerlo, me gusta ser usado para el disfrute de la otra persona. No disfruto sexualmente, no llego al orgasmo y nunca gimo. Me lo paso bien como cuando jugaba al pilla pilla o a batallas con globos de agua. Cuando solo ha habido tensión sexual, luego preliminares, luego sexo y al final hablar escuetamente de ello y a dormir, me he acostado con la mirada perdida como si acabase de vivir un domingo de esos muertos; otras orientaciones sexuales pueden encontrar a alguien con quien acostarse en muchos sitios sin embargo el asexual se enfrenta a "como a mí no me gusta el sexo voy a... ¿buscar a más gente a la que no le gusta el sexo para follar de manera rara de tal forma que al menos nos divirtamos un poco?". Acabas más deprimido.
Es por esto que a la hora de acostarse alguien sexual con alguien asexual, el asexual tiene que tener el cuidado para decir lo que quiere y también para hacer que la otra persona no se sienta mal o incómoda. Y tiene él o ella esa responsabilidad porque el raro es él o ella.

Pero es muy complicado dar visibilidad a la asexualidad. Porque no tienen una respuesta.

Y aquí entran las heladerías. Imagina que el sexo es comer helado. Pues hay gente rara que le gusta el helado de menta con chocolate, esa gente forman parte de "los que les gusta el helado de menta con chocolate". Pero hay gente más rara aún, a quien no le gusta el helado. ¿Hacen el grupo de "Los que no les gusta el helado"? No tienen nada en común, uno come brownies, otro galletas y otro macarrones. Les une "no ser normales", les une su "oposición a la normalidad del helado". Porque no les une nada realmente. Les une no ser parte de otras cosas. Existen como grupo porque son los que no entran en ningún otro grupo, una suerte de cajón de sastre. Lo cual les hace raros por antonomasia, porque que a alguien le guste otro sabor de helado es más concebible a que no te guste el helado en absoluto.

¿Solución?

Se me ocurrió que las heladerías ya tenían la solución.
En algunas heladerías además de helados sirven cafés o cola caos o incluso fruta. Y aunque hay gente que te mira raro si pides esas cosas en las heladerías, yo lo he hecho y mis amigos lo han visto como... no normal, pero tampoco han sido incapaces de aceptar que no quiero un helado. Luego ya todo sería cuestión de encontrar a alguien con quien ir a una cafetería y que él o ella se pida un helado si quiere.

Lo malo es que está todo muy liado en estos temas. En parte porque el sexo se ha convertido, con los siglos, en una actividad a la que darle todo tipo de responsabilidades. A él se le ha echado que es la cosa que hay que hacer para tener hijos, es la cosa que indica que amas a alguien, es la única cosa que haces con tu pareja que no puedes hacer con nadie más, es la cosa que implica que sientes algo por alguien, es la cosa que implica un mayor grado de relación sea amistad o amor, es la cosa que se prohíbe, se desea, se busca, se conquista, donde uno puede ser quien no es el resto del día, donde culminar tu matrimonio, es mil millones de cosas. Y cada uno la entiende de una manera.
Pero es como lo de los helados. Hay mil sabores. Todos son helados. Pero hay quien dice que si tomas helado de fresa con alguien ah, es que le amas, si tomas helado de chocolate con alguien es que te va el chocolate y por tanto eres tal o cual cosa o que no puedes tomar helado de vainilla hasta que te cases. No, tío, son helados. Déjalo. No le busques implicaciones a comer helados.
Son helados.
Están ricos.
Se comen.
Porque están ricos.
Y ya está.

El tema se lía mucho porque normalmente el sexo se liga al amor. De esta manera están saliendo incluso más categorías y definiciones. Como personas que sexualmente son atraídas por un sexo pero son capaces de amar a ambos sexos, entonces son, por ejemplo, heterosexuales y birrománticas. O se acostarían con penes y con vaginas, las tengan quien las tengan, pero sólo son capaces de amar a un sexo. Entonces son bisexuales heterorrománticas u homorrománticas.
Aunque lo veo como echarle barro a la ciénaga para espesarla aún más.

Yo creo, desde la frialdad de mi asexualidad hablo, que el sexo es una actividad en la que dos personas se desnudan y se dan placer utilizando principalmente sus órganos sexuales así como otras actividades que activan la excitación del contrario. Dicha actividad es divertida pero contiene información sobre los participantes que se considera íntima o secreta por lo que practicarla con alguien en quien confías más que en nadie (por ejemplo, tu pareja) es lo ideal, pero no es necesario.
Y ya está. Es que no tiene mucho más. Es una actividad como lo es jugar al ajedrez o componer un poema con alguien o compartir un helado.
Pero el amor no implica sexo igual que el sexo no implica amor. Sólo somos culturalmente influenciados, tomando el acto sexual como rito social, a darle una importancia a desnudarse frente a otra persona.

Al atar el sexo al amor y el amor el sexo hacemos que nuestras orientaciones sexuales también decidan de quiénes nos podemos enamorar. Es decir, un chico heterosexual no se concibe que se pueda enamorar de un chico. Se diría que el chico es bisexual y a correr. Bajo esa lógica un asexual no podría enamorarse de nadie y eso no es cierto. Ese chico heterosexual que se enamora de un chico quizá ni quiera acostarse con ese chico, y de hacerlo quizá no lo disfrute físicamente, pero si está enamorado seguro que disfruta verle sonreír.

En otras palabras. Debería darnos igual cómo alguien se come un helado: si en cucurucho o en tarrina y debería darnos igual de qué sabor alguien se toma su helado. Sobre todo debería darnos igual que alguien pida helado o café.
En conclusión, hagamos lo que hagamos en la heladería deberíamos de desconfiar y juzgar a quienes no hacen lo que nosotros hacemos. Porque cada persona realmente es un mundo y nadie entiende el amor ni el sexo de la misma manera. Hablando de absolutos solo nos perdemos y logramos que haya gente que se confunda porque no sabe qué es, si es que está mal hecho, si es que ha hecho algo mal.
Ese es exactamente el pensamiento que deberíamos intentar que nadie tenga:

–¿Qué soy que estoy mal hecho?

Porque nadie tiene culpa de ser quien es.

jueves, 6 de julio de 2017

Carta a un cactus.

Sé que suelo escribirte directamente. Que dejo las cartas debajo de tu maceta antes de meterme en la cama y por la mañana veo que aún la tienes entre las espinas. Pero hoy es un día en el que necesitaba escribirte pero que no hubiera nadie más. 
No es por nada especialmente. No necesito estar solo, tampoco es que esté triste. Supongo que es una de mis caras, la que más a menudo aparece. La que sólo sabe gesticular con los ojos y se pasa el día mirando por la ventana a las nubes pasar como quien camina en sueños porque no tiene a dónde ir por estas calles. 

Así que escribo esta carta para nadie, aunque quizá un día la encuentres. Léela, va para ti aunque no te la escribiera. 

En realidad no quería escribir nada. 
En realidad no quería decir nada. 
En particular. 

Sólo ordenar palabras como quien arregla la casa para mantenerse despierto en un domingo demasiado largo. Descansar se me da mal y mucho peor quedarme quieto. 
Los barrotes de mi jaula están mordisqueados por todas partes, mis poemas están quemados y mis líneas en sus tarros. Preparándose para estrellarse contra el primer papel que encuentren. 
Todo mi cuerpo tiembla, excitado, con estallar en un millón de pequeños pensamientos, de apuntes de vida, de pasos precarios. Indecisos. Como todos los que hemos dado. Como todos los que he dado. 
Y mi garganta quiere raspar, quiere haber gritado mis entrañas entre versos que no rimaran. 

Este silencio me viene bien. 
Me he arropado entre sus brazos cada noche. 
Revolviendo mi mente hasta la inconsciencia. 
Desnudo, con la piel congelada y los huesos erizados. 
Mi identidad deshecha entre las palabras que no escuché. 
Y un cadáver queda entre las horas muertas. 

Aún no sé por qué sigo aquí. 
Ni cómo las púas de un torpe cactus no me pinchan. 
No logro que se mantenga de pie. 
A quién se le ocurrió que un niño podría ser jardinero. 

Este tiempo hace que me invente recuerdos que nunca tuve para tener la sensación de que estoy recordando algo importante, como quien guarda tesoros en su interior. Nunca pude hacer eso. Todo lo que llego a tener lo regalo, lo tiro o lo entierro. Pero no me lo quedo. Me arden las manos cuando la espalda me pesa. Y a veces un chaparrón calma a las bestias. 

¿No te dan ganas de abrazar más cuando el cielo decide caerse? 

Incluso cuando lo que abrazarías está rodeado de dolorosas espinas y varios planes de reserva para huir en cualquier momento de ti, y de todo. 
Debo ser raro si has respondido que no. 

Pero hay algo mágico en todos estos días. Pasan sin avisar, llegan y se instalan en tu ventana sin preguntar. Lo empapan todo con su luz nostálgica, nos empujan a correr bajo la lluvia y nos hacen olvidar que resfriarnos es una posibilidad de tamaña tontería. 
Ojalá no te vayas para la hora de la merienda, día. 

Y no voy a escribir más. 
Me gustas así. 
Las palabras, las espinas y el día. 






miércoles, 8 de marzo de 2017

El sexo puede ser aburrido y no pasa nada


No sé qué me pasó. No sé si fue que esperaba ver los fuegos artificiales que veía cuando jugaba al Sims de pequeño o que simplemente no estuve realmente hecho nunca para los placeres de la carne. El caso es que me aburro follando. Y voy a usar follar porque no creo haber hecho el amor nunca. Y acostarse tampoco vale cuando no estábamos en una cama.

Esta entrada será para recopilar un poco mis pensamientos acerca de esta cosa curiosa de meterse entre sábanas desnudas con una persona o varias, pensando que vais a daros el postre más dulce del mundo entre gemidos y algún que otro arañazo. Es mi experiencia personal y que cada uno luego piense en lo que ha vivido.

Este tren de pensamiento arranca el día que notando unas nalgas estrellándose contra mi abdomen mientras escucho placer de una compañía pienso ¿qué me puedo hacer cena? Me quedan un par de pizzas pero no sé cuándo me caduca el pollo. ¿Inapropiado? Puede. De todas formas nunca fui descortés y siempre, cuando me he metido en algún tipo de faena he cumplido y llegado hasta el final. Que no nos quiten el ser amables, por favor. El caso es que desde ese momento y en adelante, siendo el monstruo paranoico siempre-pensante que soy, no he parado de experimentar, probar y encontrar sólo para darme de bruces contra una pared de insensibilidad. Ni el sexo cariñoso ni el sexo duro, ni el que consiste en hacer daño ni el que consiste en cerrar los ojos. Ni con mordiscos ni con besos. Ni vaginas ni penes. Ni barbas ni pintalabios. Ni con mamadas ni con coños mojados. El sexo me aburre.
Y me aburre físicamente. Sí, siento placer. Y, claro, me corro. Me canso y siento la adrenalina por todo mi sistema circulatorio. Si me muerden un pezón voy a retorcerme y si me acarician la línea de la espalda me recorrerá un escalofrío. Pero no podré evitar verme desde fuera queriendo decirme:
–¿Qué carajo estás haciendo?
Porque sienta el impulsante deseo de sentarme con la persona que ahora se encuentra gritando entre mis brazos para que me cuente qué sueños tenía cuando aún le daba miedo la oscuridad o, mejor aún, cuál es su cuento favorito, ¿y por qué ese y no otro?

Tampoco me veas como un extraterrestre. Algunas de mis mejores memorias están en darme cabezazos contra las paredes de un ascensor bailando entre los besos y abrazos de alguien que me quiere hacer sonreír. También en las noches en vela, estando horas y horas, desnudos y juntos, cansados y honestos, hablando de quiénes fuimos y de cuál estrella pudimos haber venido. Hubo una noche que la pasamos rascándonos la espalda y cantándonos canciones de Disney al oído.

Porque si hay algo que saco en claro del sexo son las miradas. Las miradas de estar completamente a merced de los deseos de alguien. Sé que durante, antes y, sobre todo, después del sexo escucharé palabras que nadie más, jamás, ha escuchado en toda la historia de la humanidad porque estarán hechas de las entrañas de esa persona que se retuerce entre las almohadas y la oscuridad de una habitación desordenada. Eso me maravilla. Tanto como los pequeños gestos que alguien no tiene fuerzas de evitar, las rarezas peculiares de cada uno que en momentos tan intensos no son capaces de esconder, pequeños detalles que los definen y te hacen quererlos, quererlos porque acabas de ver algo tan precioso que no te lo crees.
Esas cosas me apasionan.
Supongo que por eso sigo intentando explorar cuerpos, historias y sueños privados. Aunque tenga que tramitar un polvo. Soy un astronauta que le gusta dar los primeros pasos en la Luna pero enseguida quiere ver cómo se siente pisar en Marte. Se me da mal quedarme, se me da mal recrearme, se me da mal disfrutar de que es la vigésima cuarta vez que su culo se estrella contra mí y de que sus gemidos son cada vez más fuertes.
Me quedo contemplativo, mientras todo se mueve a cámara lenta y mi mente se convierte poco a poco en ruido estático de una de esas televisiones de antes.

No. No creo que disfrute besarte, no creo que disfrute morderte ni creo que disfrute follarte. Sobre todo eso último. Aunque sí voy a disfrutar cada una de las sonrisas que sea capaz de sacarte, tanto como todas las veces que te haga temblar. Voy a querer recorrer la carretera que tu columna dibuja en tu espalda como un conductor borracho, voy a querer ver qué brillos desprende tu mirada cuando soy capaz de sorprenderte y voy a querer saber a qué saben tus dedos cuando bailan con los míos como si fuesen su propia fiesta lejos de los nerviosos cuerpos.

Y es que no hay realidades cerradas, blancos y negros, todo es una maraña de sin sentidos. Más cuando lo que intentamos ver es un baile bailado a oscuras y entre edredones y sábanas mal puestas. Tampoco sé si quiero disfrutar esto tanto como tantas otras personas lo hacen.

En parte y en secreto y en bajito te digo que me gusta que el mayor placer que me dé meterme en una cama contigo vaya a ser cómo me miras.  Cómo tus ojos han sido capaces de encontrarme o cómo tus brazos han podido sostenerme sin que este pájaro nervioso que se ha atrevido a bailar contigo se escape por la ventana.
Lo siento si no soy capaz de gemir, lo siento si mi orgasmo es algo que sólo aparece en los libros de mitos y leyendas, lo siento si voy a estar más centrado en mimarte que en ponerte y lo siento si alguna vez me ves con la cara que ponía Amélie.
Aunque juguemos al mismo juego cada uno tiene unas reglas diferentes y lo que nos va a importar al final es que nos lo pasemos bien.

El sexo me aburre. Tú no.

–Un idiota






viernes, 27 de mayo de 2016

Palabras de un idiota

El ego es un arma arrojadiza.
Quitárselo para ser feliz.
Bebérselo para ser libre.
Y pinchárselo en vena para gustarte.
Es jodido, necesario, estúpido.

¡Es el más idiota de todos los tontos!

Recoge tus cosas y vete, déjame tus huellas.
Déjame las cicatrices y tu ropa.
La sangre costra y las pesadillas viudas.
Recoge las lágrimas que nunca fueron tuyas.
Sé la musa de aquel que te soporte.

¡Es el más idiota de todos los tontos!

Porque no te quiere.
Ni te soporta.
Ni te aguanta.
Ni puede verte una vez más.
Aunque quiera recorrer tus venas
como un conductor borracho
de sueños frustrados y familiares muertos.

¡Es el más idiota de todos los tontos!

Deshazte del humo despeinado de tu aliento.
Mándate como profeta de tus moratones.
Arráncate las canciones de amores mortales.
Quémate las palabras que te apropiaste.
Rómpeme cada hueso amarillo que te quiera.

Quizá así encuentres al más idiota de todos los tontos.


domingo, 1 de mayo de 2016

Tarot - Poema de Shane Koyczan traducido

El Idiota ama completamente. Está de pié con los brazos abiertos para dar abrazos gratis, no considera esto como trabajo. Cree que es necesario. Cree que alguien tiene que darle un giro positivo al término "arms dealer". Así que da abrazos gratis, está con los brazos extendidos como invitaciones a una fiesta. No es necesario rsvp, estás cordialmente invitado aquí... ahora. 
No hay necesidad de negar una necesidad de ser agarrado. Suelda tus brazos alrededor de sus hombros, pega tu barbilla en su pecho, prueba su compromiso si es que debes, el Idiota nunca te dejará ir. 
Tampoco te mantendrá para siempre.
Será tuyo hasta que tú digas. No sabe cómo parar, ha ido a través del sí y el no como el movimiento de las olas solamente para salir corriendo. No se queda lo suficiente para ver si el boomerang vuelve. Él no hace su maleta a la ligera. Será el primero en llegar a su fallecimiento pero sorprenderá incluso a la Muerte yéndose pronto. 

Él creció junto a una montaña. Una que se quitaba la nieve como piel sabiendo que una avalancha demuestra el poder que las cosas se vayan. El Idiota vino sin ningún sentido de la orientación. Si dependiera de esto se caería. Hará sonar una vieja lata buscando cambio, porque no puede aguantar siempre lo mismo. Desechará las preguntas simples, no le preguntes cómo le va. Él no te quiere contar qué hay de nuevo. Está sordo para la información del tiempo y ciego para tus adorables fotos de tu gato, perro o bebé. Sin embargo mirará a tu pez, no cuestiones sus métodos. 

El Idiota no sabe cómo parar. Pero se espera que entienda el momento en el que su mano se suelta. Se espera que entienda que los pequeños gestos de amabilidad tan sólo eran fingidos. 
Se espera que trascienda sus propios sentimientos y haga hueco para lo no esperado que de pronto vino, la justificación suena en su cabeza como la canción de una antigua y mala serie. 

Tonta criatura, el amor es para los humanos. 

Sonríe. 

A la vez sus orejas se convierten en cubos de basura que se van llenando de los consejos de usar y tirar que todo el mundo da pero parece que nadie toma. Su cuerpo se convierte en el lago donde otros lanzarán la piedra de su corazón para que se hunda más allá de donde puedan ser salvadas. Incluso en esto, juntará sus manos y te deseará una felicidad implacable. Plantará un beso en cada que herida abierta donde el amor dejó sangrando. Cada beso florecerá en una corona que descansará sobre la lápida de su tumba, donde él se quedará quieto, por respeto a lo que fuera esto. Él hará esto porque es lo que él hace. 
Su amor no acaba. 

Doblará todo hasta el principio, rodeando tu cintura con la línea de meta como su fuera un cinturón sólo para que sientas lo que sintió rodeándote. Cuando no sabía nada sobre propiedades, cuando rechazó poner cadenas a tu alrededor sabiendo entonces, como sabe ahora, cómo de bella es la obediencia pero sólo cuando es dada. 
Será el clavo que cerrará el féretro de tu duda. Te contará la verdad sobre esta carrera que has estado corriendo. La única línea de meta es la muerte y bien rápido o bien lento y constante, preparada o no, un día debes ganar. Un día serás la montaña que dejó irse a su nieve. Enseñarás a las ramas cómo decir adiós a sus hojas. Serás la única cuerda del tapiz que se sale del diseño. 
Tu línea de meta corre hacia ti, así que sonríe y confía en que nosotros, todos nosotros, llegaremos al mismo destino pero por ahora eres la inventora de tu historia así que sé creativa. Vive como si el mundo a tu alrededor es tu taller y cambias las partes que no funcionan por las que sí. Construye a través del dolor. 
Habrá dolor. 
Habrá decepciones y culpa. Habrá monumentos construidos con el único propósito de celebrar todo lo horrible que tiene existe simplemente para darnos un bello contraste. 

El Idiota caminará y dejará atrás todo esto, Separará átomos con sus tobillos como si cada nuevo paso hacia adelante revela un pequeño caos dejó caer en su estela. Se abrirá entero y ofrecerá su confianza, sabiendo que es el único regalo que vale la pena, que la parte más difícil de la vida es ver lo que otros hacen con ella.
Que habrá algunos que la romperán en dos sólo para hacerle sentir lo que ellos sienten. Habrá aquellos que la roben, manipulen, usen para hacer daño a otros, se metan unos con otros aunque sólo por su divertimento. Pero el Idiota debe confiar que habrá aquellos que la guarden tras los bastiones de su médula sacrificando sus propios huesos para protegerla. Que el riesgo de encontrar una sincera conexión en mitad de la casa de locos es lo que hace que el dolor valga la pena.

Habrá días en los que estará gastado, días en los que su corazón se convertirá en la pensión barata que otros usarán para guardar sus planes de por si acaso. Su vida será el pedazo de cuerda entre dos latas donde los amantes interpretan la cuerda floja de la felicidad. No considerará esto como injusto, Él niega su instinto para que le importe menos, el primero que diga "adivina, no estaba en las cartas" se le echará de ellas. Y él se inclinará a decirles "tampoco estaba en los dados". No estaba en los dominós, Dios no creo en certezas. No estaba en el aire. Estaba más allá de la atmósfera. Estaba en todas partes a la vez.

Era tan bello que la gente se cuestionará si siquiera existió. Será listado entre Big Foot y el Monstruo del Lago Nés. La gente presionará a la ciencia en que les den una respuesta que la ciencia no puede dar. Vivirá en la imaginación de los idiotas, aquellos pocos dispuestos todavía a desear a las estrellas y en creer en los más pequeños de los porcentajes. Habrá esperanza y no puedes tenerla hasta el momento hasta que admitas que hay momentos en el que la única respuesta sincera es "No lo sé".

El Idiota va a través de la vida al mismo tiempo que la vida va a través de él. Se derramará a sí mismo más allá de los límites y nadará a través de su desastre, sabiendo que hizo su parte de la única manera que podría haberla hecho. Que se quedó quieto cuando tenía que moverse. Hizo esto solamente para demostrar que lo único que nos pertenece son las decisiones que tomamos. Que perdemos todo arriesgando nada. Que atraemos nuestro final fingiendo que no nos duele, como si estuviéramos de alguna manera por encima de ello.

El Idiota camina a ciegas recordándonos que no podemos simplemente llevar lo necesario, tenemos que amar lo que llevamos.

Shane Koyczan














jueves, 21 de abril de 2016

La vida es hacerse una foto y yo salgo con los ojos rojos

Es ese tiempo del año otra vez. Sabes cuál, ¿no?
¿No?
Vaya, eso es una verdadera lástima. Tendrás que mirar por la ventana para saberlo. Igual nos vemos, igual eres mi vecino de enfrente. ¡Hola! Te diría. Hola... ¿Sabéis esas noches en las que os ponéis tontos y pensáis? Pensáis y pensáis.
Y qué difícil es a veces existir, ¿no creéis? Con todo esto de... el pasado, y las palabras, y sentir, y hacer cosas por la causa de unas cosas que no estás seguro de cómo ocurrieron pero que ahora te golpean en la cara hasta que hagas esa cosa de la que ahora eres responsable aunque nadie te lo ha dicho ni te ha enviado un fax ni nada. ¿Quién se va a poner a enviar fax a estas horas? ¿Tú sabes el ruido que hacen?

¡Ay! Es ese tiempo del año otra vez. En el que me canso de esta vida que me hago vivir. No es nada dramático ni depresivo, no es nada de eso, no. Es tan solo que me apetece bajarme del tren de vez en cuando, ver por dónde he estado yendo y si es posible comprar una bolsa de pipas en algún puestecillo de la estación. Comprobar que mi reloj está en hora. Quizá comprarme un sombrero. Esas cosas. Y preguntarme por cómo he estado viajando hasta ahora, ¿debería seguir viajando? Quizá. O quizá ya ha sido suficiente. Podría apagar mi cabeza en cualquier momento, dejarme vivir tranquilo sin tanta pregunta y tanta tontería. Poder podría. ¿Debería?
Me pregunto, me pregunto.

¿Es mejor que esté a que no esté? ¿Soy un "buen hombre"? Quizá solo soy un niño idiota con un barco con ruedas y conexión a Internet que no sabe lo que hace.
Bueno.
Esa última parte es totalmente cierta. No sé lo que hago, eso desde luego, eso lo sé. ¡Ah! ¡Ironía! ¡Quitámela! ¡Quitámela!

Bú.

"Soy un buen hombre...".

*Suspira*

*Bebe un poco de Nesquick*

*Se recuesta y mira al techo, pensante, aunque en realidad tiene la mente en blanco porque no sabe seguir*

¿Sabéis? A veces pienso que la realidad se me escapa, que cuando acerco la punta de mis dedos es como si tocase niebla que se desvanece entre mis brazos. Todo es tan volátil... E irrelevante. Y a la vez todo hace ruido, más que el que debería hacer. Nada dura para siempre, nada debería durar para siempre.
No me seguís, ¿verdad?
Llegan momentos en los que miro los nombres de las personas que tengo apuntadas en mi agenda, que miro a los ojos de las personas que caminan por la calle... y veo todo tan... transitorio. Momentáneo. Aunque ese momento dure ochenta años. No es más que un encuentro. Un encuentro entre dos monos que hacen mucho ruido. Veo como se alinea el mundo, los conceptos globales, a dónde van las historias y cómo acaba esta, cómo empieza la siguiente y qué tan tontos hemos sido por el camino. Todo es tiempo, como el estribillo de una canción...
¿Me habéis vuelto a perder? Yo a mí mismo sí.

¿Qué decía?

¡Ah! ¡Sí! Que a veces siento que el mundo y la realidad no son más que un instante muy largo que se escapa de nuestros dedos como el olvido de la memoria. No es poesía, es literal lo que siento.
"Quieres ser un hombre bueno, eso es lo que cuenta", dicen.

"El fuego da luz y calor, y también destruye todo a su paso".

Me caigo del tren.

¡Au!